Esto se solucionaría si se montara una casa artesanal o un espacio donde se le permita a los indígenas comercializar sus productos y hacer sus muestras artesanales. Esto depende mucho de la voluntad institucional y que apoyen este tipo proyectos”, agrega. “En el marco de nuestra estrategia de valor compartido, buscamos aportar al desarrollo sostenible de las comunidades, priorizando sus creencias, tradiciones y cultura. Por ello, a través de la alianza con Artesanías de Colombia constituimos un valioso proceso de transferencia de saberes artesanos que hoy se ve reflejado en la comercialización de productos tejidos a mano propia, a un precio justo y competitivo en el mercado”, aseguró. Entre chinchorros, mochilas, manillas y mantas se extienden los hilos que se entrelazan y dan vida a la cultura Wayuu. La infinidad de gamas de colores contrastan con la aridez del paisaje desértico y la tez morena de sus mujeres, aquellas encargadas de perservar la vida de su comunidad en una tradición que se extiende a través de tejidos ancestrales.
Es por esto que, como lo explica la artesana María Concepción Iguarán, “al adquirir una artesanía se obtiene también la historia de todo un pueblo”. Para las mujeres wayúu el tejido artesanal ha sido históricamente la base de su economía y una de las principales fuentes de ingreso y parte de su tradición. Sin embargo, esa actividad se encuentra en riesgo, según advierten, por la falta de ventas. Anteriormente la comercialización de artesanías eran exclusivas de los resguardos indígenas, pero en la actualidad los grandes comercios del centro de Fonseca han ido ganando terreno. Jiménez afirma que, aunque existe mayor valor frente a las artesanías, se debe aún más resaltar lo propio. Hay explotación cuando las comunidades no están de acuerdo en las ventas que se hacen posterior, cuando se sienten utilizadas por las grandes marcas.
“Vale la pena preguntar de base si todas las ideas, saberes, prácticas, bienes y usos están sujetos a ser comercializados, y de paso, entonces, quiénes y cómo podrían lucrarse de ello. Una de las desventajas para las mujeres wayuu es que los resguardos indígenas están retirados de las zonas urbanas. El resguardo de Mayabangloma se encuentra a 6,5 kilómetros del centro de Fonseca, unos 20 minutos en mototaxi y por el que se debe pagar 14 mil pesos por ida y regreso.
Yolida Pushaina nació en Tawaira, Uribia, y vive en el resguardo de Mayabangloma. La artesana, de 52 años, cuenta que desde muy niña aprendió el oficio del tejido. Para el wayúu el valor es más allá del dinero, en cada dibujo, diseño y colour ponemos nuestro sueño, representa libertad y nuestras raíces. Los wayúu son un pueblo indígena que conserva sus tradiciones entre ellas el arte del tejido que les fue adquirida según su historia por la araña o el wale´kerü. Las mochilas son su máxima creación en tejido se caracterizan por sus colores y diseños los cuales muestran sus sentimientos y la imaginación de nuestras indígenas su elaboración tarda aproximadamente 20 días. Salge explica que cualquier grupo o comunidad tiene el derecho de decidir qué hace y qué no parte de su patrimonio y en consecuencia tomar las medidas necesarias para su cuidado.
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Esta internet utiliza Google Analytics para recopilar información anónima tal como el número de visitantes del sitio, o las páginas más populares. Para Maber Solano, historiador de la comunidad Wayúu, uno de los factores que juega en contra de las mujeres wayúu es la limitación económica para mantener organizaciones colectivas. “Son pocas las organizaciones de mujeres que logran asistir a ferias, la mayoría de las mujeres del común no logran llegar a estos espacios por no estar asociadas. Deben enfrentar barreras como costear una gestión y para ellas sería imposible. Para otras está el limitante del idioma, la falta de conocimiento y la invisibilización”, dice. El millón y medio de seguidores en Instagram de la actriz Scarlet Ortiz pudieron apreciar los diseños ancestrales que ofrece la marca de bolsos de mano, sombreros y accesorios Pausayu en Estados Unidos.
Este programa es un piloto y pensaremos en uno para los resguardos de Fonseca, teniendo en cuenta que se les dificulta la conexión, que se deben desplazar”, cube. Carmen no entiende muy bien español, por lo que para vender sus productos se apoya de su hija y su nieta. Normalmente vende sus mochilas en eighty mil pesos, aunque cuenta que por necesidad le ha tocado hacer rebajas y ofrecerlas en 50 mil pesos para poder obtener una ganancia. “Si yo tuviera plata montaría mi negocio en Fonseca y no importaría si vendiera poco, pero no tendría que caminar tanto”.
En un chinchorro sencillo, una artesana puede tardarse un mes y en uno de doble cara, que es más grueso, pues se teje con varias franjas de hilo, hasta tres meses. Edith recuerda que en el pasado los wayúu eran los únicos que vendían los productos relacionados con su cultura, pero hoy hay mucha competencia. “Éramos los únicos que vendíamos las mochilas, los sombreros y la gente que compraba llegaba hasta aquí al resguardo, ya últimamente los alijunas (término que usan para referirse a todo aquel que no es wayúu) también comercializan las artesanías. Ellos tienen ventajas como un native, documentos ante la Cámara de Comercio y pueden vender en lugares más centrales y más baratos, y además tienen la oportunidad de llegar a las ferias”, resalta. Aquí puedes comprar con la confianza de que vas a adquirir productos de gran calidad y a un excelente precio.
Solía decir que había aprendido a tejer “los hilos de la vida desde los 7 años” y oyó de boca de Ángela, su mamá, que a la abuela le había durado el encierro siete años y que, por supuesto, cuando salió no solo era una maestra en el tejido sino que le llovieron los pretendientes. El chinchorro hace parte de la concepción de la vida del indígena wayuu desde que llega a este mundo, hasta que se despide. Allí nacen los bebés, allí duermen siempre, allí procrean y allí tienen su lecho de muerte.
Una de las aprendices y artesanas es Nelis Aspushana, quien agradeció todo lo que ha aprendido. “Ya sabemos cómo vender nuestros productos por Wayuu Market, por eso los invitamos a que la conozcan ya que ahí encontrarán nuestros diseños”, manifestó. “Esta alianza cuenta además con un componente comercial y digital donde colombianos y extranjeros pueden visitar la página, adquirir los productos y así apoyar a las artesanas del departamento”, indicó. Sin embargo, Stella Rittwagen, dijo a La W, que period un malentendido, porque desde hace varios años importa los bolsos de Colombia y todos llevan la etiqueta que certifica que los bolsos son Wayúu. “Tienen certificado de que son hechos a mano, vamos a comprar los bolsos a La Guajira y tratamos directamente con los indígenas. El hecho fue contado por Klee a La W Radio y causó indignación en redes sociales, donde los usuarios señalan que las mochilas proceden del pueblo Wayúu de La Guajira.
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Allí se pueden encontrar desde amuletos protectores hasta bebidas alcohólicas como el ‘Chirrinchi’, que es hecho con maíz y enterrado por un lapso de tiempo para que se añeje. Su tejido descansa en el mito y los ritos de iniciación del encierro adolescente. Recios, creativos, solidarios, hospitalarios, respetuosos de la palabra, los wayúu conservan celosamente sus profundas tradiciones culturales, su apego a la tierra, una lengua propia y comparten en sus ‘rancherías’ un mundo diferente al de los ‘arijunas’ (extranjeros). ‘Llevo con orgullo los colores de mi tierra’ es el nombre de la colección de artesanías elaboradas por indígenas wayúu, que combinan el trabajo hecho a mano con la producción industrial.
Revistas turísticas califican este país como un destino ‘imprescindible’ en el continente africano. Scarlet, reconocida en Colombia por sus actuaciones memorables en producciones como ‘Todos quieren con Marilyn’ y ‘Betty la fea’, reside junto con su familia en el Sur de la Florida, donde se mantiene vigente como una de las artistas latinoamericanas más reconocidas. Esto fue posible a través de un convenio entre Enel Green Power con Artesanías de Colombia para aportar a la recuperación y el fortalecimiento de la tejeduría wayuu, a través de la creación de un plan de asistencia integral. El lugar que habitan representa representa el nacer y el morir, es su cotidianidad, ese espacio testigo de sus vivencias, sus jolgorios, sus rituales, de sus alegría y sus tristezas hasta el último día de vida.
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Como las ventas en los resguardos han disminuido, Edith ofrece sus productos por redes sociales con el impulso de sus amigos y cuenta que la han contactado de Bucaramanga y Barranquilla. “Las personas que vienen de otras partes ya no entran al resguardo a comprar artesanías como lo hacían antes. Se ha disminuido la venta y no ha sido nada fácil y debemos buscar alternativas para poder vender las artesanías porque ya no nos compran”, dice. Para activar la economía de la zona y el poder de adquisición, cada hogar participante recibió un capital semilla para elaboración de las primeras artesanías. Esto permitió a las familias tener disponibilidad de dinero para comprar insumos y hacer uso del banco de hilos.
Frente a esto, Aida Vivian Lecther, gerente de Artesanías de Colombia, manifestó a La W que “se han desarrollado procesos de propiedad intelectual de todas las artesanías emblemáticas de Colombia, dentro de ellas las mochilas, que son muy apetecidas en Europa, especialmente en España”. El comercio en Fonseca ha venido creciendo y motivando la llegada de inversionistas de otros lugares del país. En la calle principal se concentran al menos eight locales de prendas tradicionales y de artesanías que atraen a la población native y turistas siendo la principal la mochila wayúu. Edith Uriana, del resguardo de Mayabangloma, aprendió a tejer desde los eleven años. Edith resalta la importancia que tiene el tejido en su familia y cómo lo han mantenido con el paso de los años.